martes, 30 de abril de 2013
CRÓNICA, un poco poetizada, DE UN DÍA EN CUENCA. POR CARMEN MONTERO
CRÓNICA, un poco poetizada, DE UN DÍA EN
CUENCA.
La llegada a la Estación de Cuenca Fernando
Zóbel, edificio inaugurado en 2010 y marcado por la sostenibilidad, supone
dejar atrás las prisas, las preocupaciones, los ruidos y la alta velocidad
vertiginosa de Madrid y sus trenes.
Nos adentramos entonces, por medio del
transporte público, en una Cuenca recoleta por el silencio de sus piedras
históricas; el encanto de sus cuestas empinadas, y tortuosas a veces; las vistas panorámicas desde la altura y la
quietud de una mañana de sábado que, a las diez horas, invita aún a dormir a
sus habitantes con toda seguridad.
La Plaza Mayor, rectangular e irregular, con
un reguero de casas estrechas y multicolores, el ayuntamiento, bares,
restaurantes y tiendas, muestra ostentosamente la belleza de su Catedral, primera construcción identitaria de la ciudad. Alfonso VIII, cuya presencia se
siente, como la del pintor abstracto Fernando Zóbel, por el casco antiguo de
Cuenca, la construyó sobre una mezquita árabe en los años de la reconquista.
Leonor de Inglaterra, una Plantagenet, esposa
de Alfonso VIII, jugó un papel decisivo a la hora de definir el estilo
franconormando que caracteriza a la Catedral pues se trataba de una reina
culta, de refinado gusto por la poesía, el arte y la música, cualidades que
heredó de su madre, Leonor de Aquitania (Poitiers, 1122-Fontevraud, 1204)
educada en la corte de Poitiers, centro cultural de la Occitania del s XII,
donde surge el amor cortés.
Vista desde el exterior, semeja un templo
huérfano por lo inacabado de sus torres, de su ornamentación; por lo que
sugiere que fue; por lo que aporta su reconstrucción neogótica o por aquello de
lo que adolece. Es cierto, así lo comprobamos, que nos viene a la mente, al
contemplarla, el recuerdo de Nôtre Dame; casi, diríamos, en forma de esbozo. Con
todo, no deja de ser un encanto romántico que otorga una entidad particular a
Cuenca.
El interior multiplica con creces la factura
elegante y portentosa del templo a lo
largo de los movimientos artísticos que se suman a través del tiempo: el ábside
central es de los siglos XII-XIII; las bóvedas sexpartitas son propias del
primer gótico; la doble girola, del s XV; el plateresco, del XVI, parece
bordar de blanco los muros de los arcos
y, los triforios, verdaderas joyas y originalidad del templo, anteponen al
óculo arcos lobulados.
Abandonamos la catedral y, con ella, la
calidez de su luz dorada, a la que se habían acostumbrado los ojos, para salir
al bullicio de la plaza e ir, siempre a paso turístico, camino del Museo de
Arte Abstracto Español ubicado en las Casas Colgadas.
Llegados a este punto, resulta ineludible
comentar el majestuoso paisaje que se extiende a nuestro alrededor, las fantásticas
formas que adquiere la orografía, como si esculpiera la piedra con regla y
compás: áreas simétricas, onduladas, circulares, abruptas…
Abierta y extendiéndose como un gran abrazo al
hombre se erige la Serranía de Cuenca. Nos sorprenden también, desde la altura,
al final de un camino empedrado, las Hoces del Huécar, como una inmensa boca o
garganta dispuesta a devorar el entorno de un verde estruendoso, pero sensual,
de pinos, álamos y sabinas.
Y allí, arriba, muy arriba, dominando el
cañón, la casa colgante, que es el Museo de Arte Abstracto, mirando a través de
sus balcones, hacia el parador, antiguo convento de San Pablo, y las
caprichosas figuras en forma de dolmen que ha ido forjando a través de los
siglos la erosión. Ambos parajes, museo y parador, están unidos por un puente
atravesando el cual sentimos la sensación de estar suspendidos en el aire,
formando parte de la naturaleza pero sintiendo también el vértigo y la soledad
de su inmensidad, al igual que el personaje de un cuadro romántico panteísta.
Cómo no considerar este entorno ya como la
propia antesala del museo de Arte Abstracto al introducirnos en el mismo:
blanco brillante las estancias; madera de vigas el techo; amarillos oro de
mármol sin pulir el suelo, luz del cielo y cuadros abstractos que se acogen
unos a la disciplina del paisaje; al mapa introspectivo del espíritu de sus autores, otros.
En el vídeo Colgados de un sueño, producido por Inicia Films y TVE y con la
colaboración de la Fundación Juan March se recoge el pensamiento de Fernando
Zóbel, fundador del Museo, cuando éste todavía es un ideal: “Tiene que ser una
casa dentro de la ciudad, con sitio para recibir amigos y colgar cuadros. El
día de mañana podría ser un museo de pintura moderna española, cerca de Madrid
pero sin ser Madrid”.
Hoy es una realidad que cuelgan de las paredes
del Museo cuadros abstractos de los años 50 y 60 que, incluso burlando la
vigilancia franquista, daban fe de nuevas tendencias, revolucionarias entonces:
la escritura china, “tan diferente que afecta al propio carácter del
pensamiento”, comenta Zóbel cuando la traslada al cuadro; la estética del muro,
del blanco y negro; la “casualidad controlada”, el uso de materiales de desecho;
el tremendismo; las tendencias gestuales; la pintura matérica; los
automatismos.
Y nos llevamos en nuestra mente, camino de
nuevo de la alta velocidad vertiginosa de Madrid y sus trenes, los nombres de
estos artistas creadores del Informalismo: Chillida, Millares, Saura, Feito,
Tapies…testigos de una España deprimida que se mira en el espejo del
existencialismo.
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Tapies
lunes, 29 de abril de 2013
EXPRESIONISMO VERSUS WEIMAR POR CARMEN MONTERO
EXPRESIONISMO VERSUS WEIMAR
Imaginamos una convulsa República de Weimar (Alemania, 1919-1933)
en la que muchos intelectuales, artistas, políticos, maestros o ciudadanos
alemanes intentaron abrirse paso, tras una desoladora Primera Guerra Mundial,
para defender las ideas democráticas que inspiraban sus sueños, sus
profesiones, su afán por crear una sociedad fundada en la paz y justicia
social.
Imaginamos la espiral de violencia que la industrialización
bélica desarrollaría en el frente a través de las imágenes impactantes con que los pintores expresionistas
respondieron a sus siniestros objetivos. Dichas imágenes llegaron a alcanzar
un grito pictórico universal y
colectivo, suma de subjetividades; un grito de clamor por el regreso del hombre
natural,
el clamor que transmitÍa la introspección expresionista de
la locura y el sufrimiento de la mente que agoniza.
Kirchner Autorretrato
Paul Klee Danza del
miedo
Y se liberan los
demonios bajo la forma del estrépito incesante del color; la agresividad
mutiladora; la distorsión de la máscara
y la mueca cruenta; la locura; la degradación
del dolor; el ritmo anguloso de la línea; los cubículos claustrofóbicos;
la imagen romboide o alargada…
O se mitifica, tanto como se odia, el frenesí caótico con que crecen las ciudades,
materializadas tanto en poéticos panegíricos, en los que se narra cómo la
burguesía pasea ociosa por Potsdamerplatz en Berlín, como en abominables
monstruos leviatanes como lo fue también
Berlín para Grosz, el artista de la
Nueva Objetividad, siempre al son de su instinto revolucionario comunista
defendido en las organizaciones obreras
a modo de soviets a la berlinesa.
(Metrópolis Grosz 1916-1917
También descendemos a los suburbios y a los bajos fondos
sociales, ya más avanzada la República, en 1928, de la mano de Döblin, quien,
con un magnífico lenguaje moderno, describe las miserias humanas, los harapos,
el hampa, la prostitución, los movimientos sociales, las huelgas incesantes, el
paro, los héroes mutilados, la inseguridad callejera… bajo la óptica del
convicto Biberkof, quien intenta
sobrevivir a la Alemania de la derrota y la hiperinflación en eterna pugna por
conseguir empleos cada día más precarios. En efecto, en la novela Berlín Alexanderplatz, Döblin sacude la
conciencia del lector cuando este
intenta dar respuesta a complejos interrogantes morales de honda raigambre
existencial.
Desempleado. Grosz
Imaginamos una convulsa República de Weimar en la que las
contradicciones ideológicas, sociales y políticas se suceden y se condenan
entre sí a una insólita convivencia al amparo inexorable de la Constitución
(11 de noviembre de 1919) y bajo la mirada atenta y preocupada del Presidente
Ebert,(1919-1925),quien firmó el Tratado de Versalles, y, posteriormente, de
Hindenburg (1925-1933)
Así, entran en tensión imperialismo (Guillermo II) y
monarquía frente a república; capitalismo contra comunismo y espartaquismo;
clases obreras frente a burguesía; revolución de Noviembre opuesta a los
privilegios de la aristocracia; altos mandos militares de la Marina ante el
rechazo organizado en sublevación de los marineros; SPD (Partido
Socialdemócrata Alemán), en el gobierno, sofocando y pacificando tanto la
agresión del bolchevismo como la extrema
derecha.
Imaginamos también una República ansiosa de renacer de las
cenizas del pasado histórico inmediato, ansiosa de canalizar, hacia una
sociedad nueva, fuerte y estable, -mediante el estudio y el taller-, la simbiosis entre industrialización, arte
y vida. La obra de arte creada en el
seno de este tríptico supuso la superación de los horrores de la guerra
industrializada a la que aludíamos al comienzo.
A decir de Wolfgang Thöner (Paul Klee, maestro de la Bauhaus, catálogo publicado por la
Fundación Juan March), el director de
la institución de enseñanza berlinesa, Gropius, profundizó en la investigación
de materiales y elementos de diseño para dar respuesta a la función de los
espacios en relación con el hombre afirmando que esta nueva actitud en el diseño se denominó también funcionalismo.
En la Bauhaus había
esperanza de futuro que cristalizaba en la comunidad de profesores, maestros y
discípulos que se relacionaban a partir del respeto y el intercambio de
conocimientos y trabajo.
Tejedoras
en el taller. Bauhaus (Dessau)
Paul Klee, profesor de Teoría
de la forma de la Bauhaus, desarrolla su curso docente indagando
prioritariamente en el propio proceso creativo de la Naturaleza en el que,
afirma, intervienen como elementos constitutivos fundamentales color, ritmo y movimiento. De idéntica manera
se nutren el arte, la filosofía y la vida, percibidos como un constante
transcurrir, un constante devenir.
El movimiento ocupó también su espacio en la obra pictórica
del maestro, al tiempo que tendía a la abstracción, dando lugar a cuadros como
el que demuestra el cambio de la naturaleza ejercido en la vegetación, marcando
a través del color sus distintas fases:
Crecimiento de las plantas (1921)
O dibujos en los que intensifica la dirección del movimiento
empleando como recurso pedagógico y pictórico las flechas:
Pero volvamos la vista atrás e imaginemos por unos instantes
a Don Quijote, en compañía de Sancho,
cabalgando a lomos de Clavileño y ascendiendo, también, hacia las altas esferas
del firmamento a través de su imaginación si bien fundamentado en los
conocimientos de su época y manteniendo la cautela propia del científico:
Sin duda alguna, Sancho, que ya debemos de
llegar a la segunda región del aire, adonde se engendran el granizo y las
nieves; los truenos, los relámpagos y los rayos se engendran en la tercera
región, y, si es que desta manera vamos subiendo, pronto daremos en la región
del fuego, y no sé yo cómo templar esta clavija para que no subamos donde nos
abrasemos.
Clavileño es un artificio fruto de la ignorancia, la burla y
la negación del progreso de la España del Siglo de Oro, vicios representados en
los duques, quienes están dispuestos a pasar un buen rato a costa de la
ingenuidad del hidalgo. Sin embargo, Don Quijote es capaz de transformar esa
realidad para hacer de Clavileño un instrumento tecnológico del saber mediante
el cual conocer el firmamento y transmitir sus hipótesis científicas.
Tanto la escalera por la que asciende el hombre del dibujo
de Klee -que conduce hacia el sol- como
la industria del caballo de madera y clavijas de Cervantes-que conduce hacia
las regiones donde habitan los elementos naturales objeto de la filosofía-
debieran erigirse como superación de máscaras sociales expresionistas del dolor
y como superación del uso pervertido de la fabricación de maquinaria
tecnológica con fines belicistas. Deben ser símbolos y alegatos del progreso
que conduzcan, a través del arte, a la paz.
Imaginemos la paz a
través de la experiencia de una convulsa República de Weimar… nunca deshecha
por el nazismo.
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