lunes, 29 de abril de 2013

EXPRESIONISMO VERSUS WEIMAR POR CARMEN MONTERO


EXPRESIONISMO VERSUS WEIMAR

Imaginamos una convulsa República de Weimar (Alemania, 1919-1933) en la que muchos intelectuales, artistas, políticos, maestros o ciudadanos alemanes intentaron abrirse paso, tras una desoladora Primera Guerra Mundial, para defender las ideas democráticas que inspiraban sus sueños, sus profesiones, su afán por crear una sociedad fundada en la paz y justicia social.

Imaginamos la espiral de violencia que la industrialización bélica desarrollaría en el frente a través de las imágenes impactantes  con que los pintores expresionistas respondieron a sus siniestros objetivos. Dichas imágenes llegaron a alcanzar un  grito pictórico universal y colectivo, suma de subjetividades; un grito de clamor por el regreso del hombre natural, 

                                                       (Autorretrato de Kirchner). 1919


el clamor que transmitÍa la introspección expresionista de la locura y el sufrimiento de la mente que agoniza.

       
Kirchner     Autorretrato 

                                                           Paul Klee   Danza del miedo     
    

Y  se liberan los demonios bajo la forma del estrépito incesante del color; la agresividad mutiladora;  la distorsión de la máscara y la mueca cruenta; la locura; la degradación  del dolor; el ritmo anguloso de la línea; los cubículos claustrofóbicos; la imagen romboide o alargada…

O se mitifica, tanto como se odia, el frenesí  caótico con que crecen las ciudades, materializadas tanto en poéticos panegíricos, en los que se narra cómo la burguesía pasea ociosa por Potsdamerplatz en Berlín, como en abominables monstruos leviatanes como lo fue  también Berlín  para Grosz, el artista de la Nueva Objetividad, siempre al son de su instinto revolucionario comunista defendido en las organizaciones  obreras a modo de soviets a la berlinesa.                                           
                                       

           

                                                        (Metrópolis Grosz 1916-1917

También descendemos a los suburbios y a los bajos fondos sociales, ya más avanzada la República, en 1928, de la mano de Döblin, quien, con un magnífico lenguaje moderno, describe las miserias humanas, los harapos, el hampa, la prostitución, los movimientos sociales, las huelgas incesantes, el paro, los héroes mutilados, la inseguridad callejera… bajo la óptica del convicto Biberkof,  quien intenta sobrevivir a la Alemania de la derrota y la hiperinflación en eterna pugna por conseguir empleos cada día más precarios. En efecto, en la novela Berlín Alexanderplatz, Döblin sacude la conciencia del lector cuando  este intenta dar respuesta a complejos interrogantes morales de honda raigambre existencial.


                                                             Desempleado. Grosz


Imaginamos una convulsa República de Weimar en la que las contradicciones ideológicas, sociales y políticas se suceden y se  condenan entre sí a una insólita convivencia al amparo inexorable de la Constitución (11 de noviembre de 1919) y bajo la mirada atenta y preocupada del Presidente Ebert,(1919-1925),quien firmó el Tratado de Versalles, y, posteriormente, de Hindenburg (1925-1933) 

Así, entran en tensión imperialismo (Guillermo II) y monarquía frente a república; capitalismo contra comunismo y espartaquismo; clases obreras frente a burguesía; revolución de Noviembre opuesta a los privilegios de la aristocracia; altos mandos militares de la Marina ante el rechazo organizado en sublevación de los marineros; SPD (Partido Socialdemócrata Alemán), en el gobierno, sofocando y pacificando tanto la agresión del bolchevismo como  la extrema derecha.

Imaginamos también una República ansiosa de renacer de las cenizas del pasado histórico inmediato, ansiosa de canalizar, hacia una sociedad nueva, fuerte y estable, -mediante el estudio y el taller-,  la simbiosis entre industrialización, arte y  vida. La obra de arte creada en el seno de este tríptico supuso la superación de los horrores de la guerra industrializada a la que aludíamos al comienzo.

A decir de Wolfgang Thöner (Paul Klee, maestro de la Bauhaus, catálogo publicado por la Fundación Juan March), el director de la institución de enseñanza berlinesa, Gropius, profundizó en la investigación de materiales y elementos de diseño para dar respuesta a la función de los espacios en relación con el hombre afirmando que esta nueva actitud en el diseño se denominó también funcionalismo.
En la Bauhaus había esperanza de futuro que cristalizaba en la comunidad de profesores, maestros y discípulos que se relacionaban a partir del respeto y el intercambio de conocimientos y trabajo.


                                              Tejedoras en el taller. Bauhaus (Dessau)

Paul Klee, profesor de Teoría de la forma de la Bauhaus, desarrolla su curso docente indagando prioritariamente en el propio proceso creativo de la Naturaleza en el que, afirma, intervienen como elementos constitutivos fundamentales  color, ritmo y movimiento. De idéntica manera se nutren el arte, la filosofía y la vida, percibidos como un constante transcurrir, un constante devenir.

El movimiento ocupó también su espacio en la obra pictórica del maestro, al tiempo que tendía a la abstracción, dando lugar a cuadros como el que demuestra el cambio de la naturaleza ejercido en la vegetación, marcando a través del color sus distintas fases:


                                                        Crecimiento de las plantas (1921)

O dibujos en los que intensifica la dirección del movimiento empleando como recurso pedagógico y pictórico las flechas:





Pero volvamos la vista atrás e imaginemos por unos instantes a Don Quijote, en compañía de   Sancho, cabalgando a lomos de Clavileño y ascendiendo, también, hacia las altas esferas del firmamento a través de su imaginación si bien fundamentado en los conocimientos de su época y manteniendo la cautela propia del científico:

                Sin duda alguna, Sancho, que ya debemos de llegar a la segunda región del aire, adonde se engendran el granizo y las nieves; los truenos, los relámpagos y los rayos se engendran en la tercera región, y, si es que desta manera vamos subiendo, pronto daremos en la región del fuego, y no sé yo cómo templar esta clavija para que no subamos donde nos abrasemos.

Clavileño es un artificio fruto de la ignorancia, la burla y la negación del progreso de la España del Siglo de Oro, vicios representados en los duques, quienes están dispuestos a pasar un buen rato a costa de la ingenuidad del hidalgo. Sin embargo, Don Quijote es capaz de transformar esa realidad para hacer de Clavileño un instrumento tecnológico del saber mediante el cual conocer el firmamento y transmitir sus hipótesis científicas.

Tanto la escalera por la que asciende el hombre del dibujo de Klee  -que conduce hacia el sol- como la industria del caballo de madera y clavijas de Cervantes-que conduce hacia las regiones donde habitan los elementos naturales objeto de la filosofía- debieran erigirse como superación de máscaras sociales expresionistas del dolor y como superación del uso pervertido de la fabricación de maquinaria tecnológica con fines belicistas. Deben ser símbolos y alegatos del progreso que conduzcan, a través del arte, a la paz.
 Imaginemos la paz a través de la experiencia de una convulsa República de Weimar… nunca deshecha por el nazismo.






    


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