EXPRESIONISMO VERSUS WEIMAR
Imaginamos una convulsa República de Weimar (Alemania, 1919-1933)
en la que muchos intelectuales, artistas, políticos, maestros o ciudadanos
alemanes intentaron abrirse paso, tras una desoladora Primera Guerra Mundial,
para defender las ideas democráticas que inspiraban sus sueños, sus
profesiones, su afán por crear una sociedad fundada en la paz y justicia
social.
Imaginamos la espiral de violencia que la industrialización
bélica desarrollaría en el frente a través de las imágenes impactantes con que los pintores expresionistas
respondieron a sus siniestros objetivos. Dichas imágenes llegaron a alcanzar
un grito pictórico universal y
colectivo, suma de subjetividades; un grito de clamor por el regreso del hombre
natural,
el clamor que transmitÍa la introspección expresionista de
la locura y el sufrimiento de la mente que agoniza.
Kirchner Autorretrato
Paul Klee Danza del
miedo
Y se liberan los
demonios bajo la forma del estrépito incesante del color; la agresividad
mutiladora; la distorsión de la máscara
y la mueca cruenta; la locura; la degradación
del dolor; el ritmo anguloso de la línea; los cubículos claustrofóbicos;
la imagen romboide o alargada…
O se mitifica, tanto como se odia, el frenesí caótico con que crecen las ciudades,
materializadas tanto en poéticos panegíricos, en los que se narra cómo la
burguesía pasea ociosa por Potsdamerplatz en Berlín, como en abominables
monstruos leviatanes como lo fue también
Berlín para Grosz, el artista de la
Nueva Objetividad, siempre al son de su instinto revolucionario comunista
defendido en las organizaciones obreras
a modo de soviets a la berlinesa.
(Metrópolis Grosz 1916-1917
También descendemos a los suburbios y a los bajos fondos
sociales, ya más avanzada la República, en 1928, de la mano de Döblin, quien,
con un magnífico lenguaje moderno, describe las miserias humanas, los harapos,
el hampa, la prostitución, los movimientos sociales, las huelgas incesantes, el
paro, los héroes mutilados, la inseguridad callejera… bajo la óptica del
convicto Biberkof, quien intenta
sobrevivir a la Alemania de la derrota y la hiperinflación en eterna pugna por
conseguir empleos cada día más precarios. En efecto, en la novela Berlín Alexanderplatz, Döblin sacude la
conciencia del lector cuando este
intenta dar respuesta a complejos interrogantes morales de honda raigambre
existencial.
Desempleado. Grosz
Imaginamos una convulsa República de Weimar en la que las
contradicciones ideológicas, sociales y políticas se suceden y se condenan
entre sí a una insólita convivencia al amparo inexorable de la Constitución
(11 de noviembre de 1919) y bajo la mirada atenta y preocupada del Presidente
Ebert,(1919-1925),quien firmó el Tratado de Versalles, y, posteriormente, de
Hindenburg (1925-1933)
Así, entran en tensión imperialismo (Guillermo II) y
monarquía frente a república; capitalismo contra comunismo y espartaquismo;
clases obreras frente a burguesía; revolución de Noviembre opuesta a los
privilegios de la aristocracia; altos mandos militares de la Marina ante el
rechazo organizado en sublevación de los marineros; SPD (Partido
Socialdemócrata Alemán), en el gobierno, sofocando y pacificando tanto la
agresión del bolchevismo como la extrema
derecha.
Imaginamos también una República ansiosa de renacer de las
cenizas del pasado histórico inmediato, ansiosa de canalizar, hacia una
sociedad nueva, fuerte y estable, -mediante el estudio y el taller-, la simbiosis entre industrialización, arte
y vida. La obra de arte creada en el
seno de este tríptico supuso la superación de los horrores de la guerra
industrializada a la que aludíamos al comienzo.
A decir de Wolfgang Thöner (Paul Klee, maestro de la Bauhaus, catálogo publicado por la
Fundación Juan March), el director de
la institución de enseñanza berlinesa, Gropius, profundizó en la investigación
de materiales y elementos de diseño para dar respuesta a la función de los
espacios en relación con el hombre afirmando que esta nueva actitud en el diseño se denominó también funcionalismo.
En la Bauhaus había
esperanza de futuro que cristalizaba en la comunidad de profesores, maestros y
discípulos que se relacionaban a partir del respeto y el intercambio de
conocimientos y trabajo.
Tejedoras
en el taller. Bauhaus (Dessau)
Paul Klee, profesor de Teoría
de la forma de la Bauhaus, desarrolla su curso docente indagando
prioritariamente en el propio proceso creativo de la Naturaleza en el que,
afirma, intervienen como elementos constitutivos fundamentales color, ritmo y movimiento. De idéntica manera
se nutren el arte, la filosofía y la vida, percibidos como un constante
transcurrir, un constante devenir.
El movimiento ocupó también su espacio en la obra pictórica
del maestro, al tiempo que tendía a la abstracción, dando lugar a cuadros como
el que demuestra el cambio de la naturaleza ejercido en la vegetación, marcando
a través del color sus distintas fases:
Crecimiento de las plantas (1921)
O dibujos en los que intensifica la dirección del movimiento
empleando como recurso pedagógico y pictórico las flechas:
Pero volvamos la vista atrás e imaginemos por unos instantes
a Don Quijote, en compañía de Sancho,
cabalgando a lomos de Clavileño y ascendiendo, también, hacia las altas esferas
del firmamento a través de su imaginación si bien fundamentado en los
conocimientos de su época y manteniendo la cautela propia del científico:
Sin duda alguna, Sancho, que ya debemos de
llegar a la segunda región del aire, adonde se engendran el granizo y las
nieves; los truenos, los relámpagos y los rayos se engendran en la tercera
región, y, si es que desta manera vamos subiendo, pronto daremos en la región
del fuego, y no sé yo cómo templar esta clavija para que no subamos donde nos
abrasemos.
Clavileño es un artificio fruto de la ignorancia, la burla y
la negación del progreso de la España del Siglo de Oro, vicios representados en
los duques, quienes están dispuestos a pasar un buen rato a costa de la
ingenuidad del hidalgo. Sin embargo, Don Quijote es capaz de transformar esa
realidad para hacer de Clavileño un instrumento tecnológico del saber mediante
el cual conocer el firmamento y transmitir sus hipótesis científicas.
Tanto la escalera por la que asciende el hombre del dibujo
de Klee -que conduce hacia el sol- como
la industria del caballo de madera y clavijas de Cervantes-que conduce hacia
las regiones donde habitan los elementos naturales objeto de la filosofía-
debieran erigirse como superación de máscaras sociales expresionistas del dolor
y como superación del uso pervertido de la fabricación de maquinaria
tecnológica con fines belicistas. Deben ser símbolos y alegatos del progreso
que conduzcan, a través del arte, a la paz.
Imaginemos la paz a
través de la experiencia de una convulsa República de Weimar… nunca deshecha
por el nazismo.
Muy interesante, imaginamos ese mundo no tan lejano
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