martes, 17 de julio de 2012

DE PETRARCA A PIERO DELLA FRANCESCA A TRAVÉS DEL HUMANISMO POR CARMEN MONTERO


De Petrarca a Piero de la Francesca a través del humanismo cristiano
En Algunas expresiones del culto mariano en los siglos XIV – XV. Apuntes para un estudio, el profesor de Historia medieval, Eduardo Marcos Raspi, establece una clara diferenciación respecto  de la devoción de la Virgen en la Alta y Baja Edad Media.
La Madre de Dios, incorporada a la cristiandad como salvadora y redentora ya desde los siglos I y II por los Padres de la Iglesia, la denominada  Nueva Eva, destaca por la “intimidad afectiva”,  surgida de la imaginación del creyente, con que era contemplada por los clérigos y el pueblo en los monasterios  durante el período comprendido entre los siglos XI y XII.
VIRGEN ROMÁNICA

En el XIII, en especial debido a las órdenes mendicantes, la devoción mariana, desarrollada en el contexto social de la ciudad, donde reside la incipiente burguesía, humaniza a la Virgen quien se conforma  ya en el tiempo como la Madre cuyo “designio divino” es interceder  entre  el Hijo, “pobre en el pesebre y en la Pasión”, y el hombre.
VIRGEN GÓTICA

En este último entorno cultural, el de la humanización virginal, Eduardo Raspi sitúa y analiza los textos literarios de tres escritores de relevante talla: el Arcipreste de Hita (1284-1351); Petrarca (1304-1374) y el Marqués de Santillana (1398-1458). Los tres, a decir del historiador, “vinculan el mundo con el más allá sin escisiones violentas” y así lo muestran en sus respectivas obras poéticas.
DÍPTICO WILTON

De este modo, leemos en el Arcipreste: “Reinas con tu hijo amado/ Jesús, aquel que fue enviado/ a borrar nuestro pecado / Reina del cielo. Francisco Petrarca se manifiesta aún más explícito y reza con vehemencia al final del Cancionero de Laura refiriéndose a la Virgen en invocación: “Y tú, Reina del cielo, diosa nuestra”. Y, por último, el Marqués de Santillana hace grabar en su escudo familiar la leyenda “Dios e Vos” en lo que semeja un afán casi posesivo por la presencia de la Madre de Dios y por su intercesión.
Y esta unión del mundo  terrenal y el celeste es posible debido a que la Virgen, como criatura humana, acepta y acata, sin mancha, sin pecado original y como un proyecto eternamente concebido por Dios, la encarnación del Verbo, del Hijo. De ahí surgirá el concepto de la Virgen-Templo, capaz de desarrollar en el ámbito poético y en el pictórico riquísimas alegorías que contienen importantes símbolos cristianos: el seno del vientre de la Madre de Dios guarda celosamente, como hiciera un templo, las verdades representadas por el Arca de la Alianza custodiándolas hasta el momento del parto.
PIERO DELLA FRANCESCA VIRGEN DE LA MISERICORDIA

Petrarca expresa con ferviente fe:
                Virgen pura, perfecta en toda parte,
                Gentil hija y madre de tu parto,
                Que alumbras esta vida y la otra adornas,
                Por ti el hijo tuyo y del sumo Padre
                Oh, reluciente y noble ventana del cielo
                Vino a salvarnos en los extremos días…
En nuestra opinión, en este canto el poeta italiano muestra a la Virgen -Templo capaz de albergar en sí misma la divinidad que le confiere su calidad de hija y madre de Dios, al tiempo, mediante el misterio de la encarnación. A tal efecto le dedica palabras de exaltación de la luz, símbolo de inteligencia, sabiduría y salvación: alumbras; reluciente ventana del cielo.
PIERO DELLA FRANCESCA VIRGEN DEL PARTO

Y, en sintonía con lo que venimos afirmando, Petrarca destaca el aspecto humano de la figura virginal, pero, en este caso, no solo el de su maternidad, sino el de su condición de dama, entendida en el más puro y estricto sentido de idealismo, sublimación y veneración al modo de poeta stilnovista hacia su amada, imposible de alcanzar, y expresado en el vocablo gentil.
Por tanto, reconocemos en el humanista Petrarca dos direcciones, que convergen, a la hora de tratar a la mujer: una es la gentil diosa nuestra la Virgen, humanizada,  y, otra, la dama angelicata, Laura, divinizada. El encuentro de estas dos aspiraciones humanas no puede ser ya más representativo del humanismo cristiano que defendía el autor del Cancionero.
No hemos hecho sino señalar una escueta trayectoria religiosa y literaria anterior al nacimiento de algunas representaciones pictóricas de la Virgen del Parto, como la de Bautista de Vicenza (1375-1438), dulce y humilde,
BAUTISTA DE VICENZA


 o la de Piero de la Francesca (1416-1492) espléndida, enigmática, o la Virgen de la Misericordia, también de este último pintor renacentista. En las tres permanece latente, sin duda, el espíritu de la tradición de la Iglesia, del pueblo devoto y las tendencias culturales que dictan los versos de los poetas analizados.
CARMEN MONTERO



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